TAITA y TATA, nombres cariñosos y tradicionales del padre, generales en lo antiguo y hoy subsistentes sobre todo en América, proceden del lat. TATA íd. (también TATTA), voz de creación infantil; taita resulta de un cruce entre esta voz latina y la vasca antigua y moderna AITA íd., de cuya existencia ya tenemos testimonios en el siglo X.

1.ª doc.: tata, 988; taita, A. de Montoro († 1480).

Un Egeka cognomento Tata aparece en una escritura de Lugo de 988 (Simonet, s. v. déde). Esta forma es menos frecuente que taita en la literatura antigua, pero está en Oudin «tata, voyez taita»), en Rodrigo Caro, a. 1622 («aquellas palabras mal formadas con que saludamos a nuestros padres en los umbrales de la vida, Tata, Mamma»), y hoy subsiste como arraigada expresión familiar, más o menos, en todos los países continentales de la América española1, y además en el murciano de Dolores, y en judeoespañol de Oriente2. TATA en latín aparece en Varrón y en Marcial, como voz infantil, y con el mismo carácter es frecuente en inscripciones, aunque también aparece una vez en boca de un adulto, y otras tiene el sentido de ‘nutridor, educador’ y otras ‘abuelo’; como nombre propio de persona aparece la variante expresiva TATTA (y también TATA); vid. ALLG VII, 584, y XIII, 154-6. En América tata es el nombre del padre en aimará y en otras lenguas indígenas, y aunque desde luego es imposible suponer origen americano a la palabra castellana, heredada del latín, también creo que es erróneo admitir que estas lenguas aborígenes lo tomaran del castellano, entre otras razones porque denominaciones muy semejantes se encuentran en antiguas lenguas de Asia Menor y otras partes del mundo: se trata de una voz de creación infantil formada paralelamente no sólo en las varias lenguas indoeuropeas (scr. tatáɅ, gr. τάτα, también en céltico, germánico, eslavo, etc.) y romances (REW 8596), sino también en otras. El no haberse sonorizado la -T- de TATA puede deberse a la variante expresiva TATTA, mas para explicarlo ya bastaría el propio carácter infantil del vocablo, que obligaba a conservar la reduplicación.

Por lo demás otros idiomas, y aun el propio latín y castellano, conocen variantes del mismo vocablo, de forma algo diferente, como el ingl. dad, el mozár. déde, el ár. dáda (Simonet); de la misma manera que AMA existió desde la Antigüedad junto a MAMA, en latín se dijo también ATTA, que Festo documentó en el sentido de ‘abuelo’, y corresponde al gr. ıττα, gót. atta (de ahí el famoso diminutivo Attĭla), esl. otĭcĭ (ruso otéts), etc., y es también voz infantil casi universal (turco ata, húng. atya), representada asimismo, con otra leve variante, en el vasco aita, nombre normal del ‘padre’ en este idioma.

De acuerdo con lo que he venido diciendo a amigos, y enseñando a alumnos, desde hace años, es indudable (a pesar del escepticismo de Rosenblat, l. c.) que de un cruce del vasco antiguo AITA con TATA resulta el cast. taita, que es más corriente en los clásicos que tata, y ya se encuentra en el Ropero de Córdoba, A. de Montoro (S. XV) («para niños que no han / más saber que decir taita / es oír los que se van / tras los coros de la gaita») y también en el dicc. de Nebrija de 1493 o 95 («taita, padre de los niños: tata»); desde esta fecha es frecuente, sea en el sentido propio: «lo primero que los niños aprenden decir para con los padres es taita, y lo primero que saben decir a las madres es mama» Juan de Pineda, a. 1589 (Agric. II, xxi, § 8); sea en el traslaticio de voz dirigida por los niños a cualquiera de los mayores que los crían, y repetida por éstos al arrullarlos: «un muy melindroso capón de mi pueblo... a éste llamaba un sobrinito mío ‘mama, taita’, por verle sin barbas» Pícara Justina (Rivad. XXXIII, 138a), «¡Ea, niño, duérmeté! / ¡ajó, mama, taita, teta! / Barrabás lleve la vida / del muchacho, y ¡cómo pesa!» Quiñones de B. (NBAE XVIII, 510); otros muchos ejs. con ambos valores, en Lope de Rueda, Hemán Núñez, Góngora, A. de Zamora, D. de Vega, Quevedo, Correas, Tirso, pueden verse en Cej., IV, 194-7, y en la nota de Rosenblat. Taita sigue empleándose hasta modernamente en Cuba (Pichardo), P. Rico, Sto. Domingo (Brito; BDHA V, 75), Venezuela, Perú (Enrique D. Tovar, Bol. de Filol. de Montevideo IV, 83), Chile, Argentina, etc.; en este país, y más o menos en todos, es voz arcaica o rural, mejor conocida sólo en ciertos usos traslaticios; en el Plata en particular, así en Buenos Aires como en el Interior (Mendoza, etc.), sobre todo en el sentido de ‘guapo, bravucón’, especialmente en cuanto afecta aires protectores3; en España (donde en el S. XVIII todavía se oía en Segovia, según Cabrera) ya habría empezado a anticuarse en tiempo de Aut., a juzgar por la restricción indebida de la definición de este diccionario: «nombre con que el niño hace cariños llamando a su padre», lo que ya anuncia la limitación actual a las frases del tipo de «ajó, taita», cuyo significado primitivo ya no conocen los más. Pero esta variante taita tuvo, según he probado, grandísimo arraigo en España, y de ella debió tomarse en préstamo el quich. taita ‘padre’ (documentado en algún dicc. moderno de este idioma, pero no en Gz. de Holguín); debió de ser muy antigua en España, y no hay por qué dudar que resulte de un cruce de TATA con el vasco aita, de cuya gran antigüedad en este idioma es testimonio el antiguo nombre de persona cast. y port. Eita (cast. también Echa), documentado desde 956 y con frecuencia en los SS. XI-XII, así como el nav. ant. eitán ‘padrino, ayo’4.

Para el uso de tata como nombre infantil de la hermana mayor en muchas partes de España5 y para otros valores secundarios, V. el artículo de Rosenblat. Tatas, en andar a ~ [Aut.], es otra expresión infantil, ya más independiente.

1 Para información detallada de cada país, y para algunos datos antiguos, vid. Rosenblat, BDHA II, 125-8. En la Argentina ha sido general hasta hace poco a todas las clases sociales, y vive todavía, sobre todo en el Interior; la hija del General J. de San Martín hablaba de mi tatita en carta dirigida a O’Higgins. Ej. del uso en Nuevo Méjico, en BDHA I, p. 308.―

2 «Ni muera [léase muere] tata ni cenamos» dice un proverbio impío recogido en Rodas, RH IX, 448, y conocido en otras partes.―

3 «Horas antes había visto el buen lado de la taba, cuando el chico... miraba asombradamente mis pilchas y aposturas de resero... ¿Cuántos otros desengaños me esperaban? Antes de andar haciéndome el taita, tenía por cierto que aprender a carnear, enlazar, pialar, domar...» Guiraldes, D. S. Sombra, ed. Espasa, p. 86.―

4 Vid. M-P., Oríg.3, § 51.2; y M-L., Namenstudien II, 77-78. Sin embargo, no es exacto decir que la antigua forma vasca o ibérica fuese EITA, pues el cambio de AI en ei (y después e), que se registra en estos nombres, es el conocido cambio fonético romance; hay también Aita en doc. asturiano de 1063. Si en taita no hubo el cambio de A?T en ech o eit es por influjo de tata, naturalmente; influjo que dejaba de actuar en seguida que el vocablo dejaba de ser infantil convirtiéndose en nombre propio de persona. Es desencaminado suponer con Rosenblat que el vasco aita pueda ser reducción del taita castellano, del cual se habría tomado: las variantes con silabeo inverso AT-TA, AM-MA (en lugar de TA-TA, MA-MA) son antiguas como las otras, según he indicado arriba, y en vasco aita forma un grupo coherente con aiña ‘nodriza’, aia ‘abuela’, y aun quizá aiko ‘parentesco’; es, pues, voz autóctona. Es concebible que la i se desprendiera de la variante a?a, forma que pudo ser en su origen diminutivo de un ata igual al lat. atta, turco ata, etc. Claro está que el aparecer taita en boca de niños que empiezan a hablar no es obstáculo para admitir el influjo vasco, pues aunque el niño empieza por el silabeo simple ta-ta, los adultos le responden con la forma tradicional taita y el niño en seguida los imita. Acerca del vasco aita ya no he podido tener en cuenta la nota reciente de L. Michelena, en Euskera (Tr. de la Acad. de la L. Vasca) I (1956), 19-23, que aporta más documentación medieval.―

5 De ahí seguramente chacha, como diminutivo palatalizado, de tipo vasco; aunque este nombre de la hermana mayor es usual hasta en Almería, pues esta formación del diminutivo ha existido esporádicamente en todas partes.